Nuestros cuerpos funcionan día a día gracias a la energía, el agua y los nutrientes que obtenemos de los alimentos. Sin embargo, es sorprendente cómo en ocasiones parece que olvidamos su importancia. Posponemos las comidas, ingerimos los alimentos apresuradamente, comemos cualquier cosa, nos excedemos, nos castigamos o simplemente los ignoramos.
Parece que olvidamos que comer es una necesidad básica, al igual que respirar y dormir. La alimentación es fundamental para el bienestar físico, mental, emocional e incluso espiritual. Comer bien está conectado con el cuidado de este templo que llamamos cuerpo.
Macronutrientes: más allá de la energía
Todos los alimentos aportan energía, la cual proviene de los macronutrientes: carbohidratos, grasas y proteínas. Si pasamos varias horas o días sin comer, el cuerpo utiliza sus reservas de glucógeno (reserva de carbohidratos presente en el hígado y los músculos), grasa (guardada en el tejido adiposo) e incluso, en ciertos casos, degrada proteínas musculares para obtener energía (aunque este no sea su objetivo principal).
Sin embargo, los macronutrientes no tienen solo funciones energéticas. Sus proporciones y origen pueden influir, por ejemplo, en la composición y función del microbiota intestinal, lo que tiene implicaciones para la salud metabólica. A continuación, te comparto algunas de las funciones menos conocidas de cada uno:
Carbohidratos
- Son la fuente preferida de energía para las células del sistema nervioso.
- Son esenciales para mantener la disponibilidad de energía en ejercicios de alta intensidad (Hawley et al., 2018).
- Contribuyen a la regulación del sistema inmunológico (Childs et al., 2019).
- Favorecen la ganancia de masa muscular en combinación con el entrenamiento de fuerza (Jäger et al., 2017).
- Son reguladores en la calidad del sueño: consumir carbohidratos en la cena puede reducir el tiempo necesario para conciliar el sueño, posiblemente debido al aumento de triptófano, precursor de serotonina y melatonina (St-Onge et al., 2016).
Fuentes alimentarias: arroz, pasta, papa, plátano, avena, arepa, tortilla, maíz, quinua, frutas, lácteos.
Fuente: Freepik, 2025
Grasas
- Son componentes esenciales de las membranas celulares, contribuyendo a su estructura y funcionalidad (Calder, 2018).
- Facilitan la absorción de vitaminas A, D, E y K.
- Poseen funciones proinflamatorias y antiinflamatorias, dependiendo del tipo de grasa y de la composición dietética global (Calder, 2020).
- Los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 pueden reducir los síntomas de depresión debido a sus efectos antiinflamatorios y moduladores de neurotransmisores (Su et al., 2018).
Fuentes alimentarias: pescados (atún, sardina, salmón), aceite de oliva, aceite de aguacate, aguacate, aceitunas, nueces y semillas.
Proteínas
- Contribuyen a la construcción y reparación de tejidos, no solo del músculo (Kim et al., 2016).
- Ayudan a preservar la masa muscular durante la pérdida de peso, incluso en adultos mayores (Phillips et al., 2016).
- Son parte de enzimas y hormonas que regulan funciones metabólicas.
- Contribuyen a la formación de anticuerpos y células inmunológicas (Calder et al., 2019).
- Ayudan en el transporte de nutrientes dentro del cuerpo.
- Generan mayor sensación de saciedad y pueden reducir la ingesta calórica en comidas posteriores (Dhillon et al., 2016).
Fuentes alimentarias: carnes (pollo, pescado, cerdo, res), lácteos (kumis, yogurt, kéfir), huevo, leguminosas (frijoles, soya, lentejas, garbanzos).
Tres consejos prácticos
- Elige fuentes de grasa saludables y reduce el consumo de fritos.
- Evita agregar salsas o grasas a los alimentos ricos en carbohidratos.
- Prioriza el consumo de pescado y pollo. Si eres mujer, no elimines por completo la carne roja, ya que es una fuente clave de hierro.
¡RECUERDA!
- Una nutrición integral no implica temerle a ningún nutriente. La clave está en el balance y en decisiones informadas.
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Alexandra Pérez Idárraga - Directora Move Nutrition